sábado, 6 de julio de 2013

Un verdadero contraste...



Anteayer y a lo largo del día de de ayer, todos los informativos de nuestro país divulgaban la noticia de que en Egipto se había dado un golpe de estado “incruento”, habrá que informar bien de este calificativo a las familias de los fallecidos, que por lo visto sí los han habido.

Además, la noticia venía aderezada con imágenes no carentes de cierta violencia que inducían a pensar que el país estaba revuelto en un caos pleno.

Ayer tarde llegué a El Cairo. El comandante de la nave que nos transportaba “se dejó caer” literalmente sobre la pista de aterrizaje del Aeropuerto Internacional de El Cairo. Poco le faltó para dar un par de trompos, que no fueron posibles debido a las características del vehículo que manejaba. Parecía como si quisiera emular a los protas de una de las películas que nos ofrecieron durante el vuelo, una de esas con muchas y espectaculares persecuciones, de la saga de un tal McLain (nombre del prota), interpretado por un tal Willis.

El caso es que después de desembarcar, pasar por el control de aduanas y salir a la calle, ésta sí era un bullicio, pero ni caos ni violencia ni nada que se le pareciese.

Mientras esperaba al autobús, que me tenía que trasladar al hotel donde he pernoctado, se me acercaron del orden de unos 20 simpáticos y educados cairotas ofreciéndome traslado al hotel a un módico precio. Lo cierto es que tenía el transporte ya pagado en la lanzadera del hotel y no tenía que hacer otra cosa más que esperar.





No fueron ni uno ni dos los que, de manera muy educada y con la sonrisa en la boca, me insinuaron que era un cabezón por no querer tomar un taxi. Me aseguraban que en cinco minutos me dejaban en la puerta del hotel por tan solo 15 dólares. Hay que reconocer que ellos también fueron perseverantes, pero al poco de media hora llegó el autobús que me dejó en cuatro minutos en la puerta del hotel, al que se puede llegar andando en 10, pero la prudencia recomienda utilizar los cauces adecuados cuando uno es desconocedor del terreno.

¡¡Qué decir del hotel!! Un cinco estrellas, como poco, lleno de bullicio, música, orden, empleados yendo y viniendo mientras atendían a diestro y siniestro a los variopintos clientes que nos alojamos esta noche en él. Ni el menor indicio de desorden social en ningún momento, más bien todo lo contrario.

De haber tomado al pie de la letra la información que se nos facilitaba de manera continua por la televisión entonces.... eso, supongo que cualquiera puede acabar la frase. Así que en este caso, mejor que no lo he hecho.

Será un buen contraste, sí. Ayer noche uno de los mayores exponentes de la civilización occidental, hotelazo con bien de servicios para todos los gustos. Sin reparar en nada. Hoy.....

Más tarde os cuento.

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