Y despacio es como está yendo la
asimilación de costumbres, sitios, lenguajes y hábitos dentro de
este espacio.
El complejo es grande, muy grande. Uno
no se hace a la idea de la cantidad de sitio que supone la redonda
medida de un kilómetro cuadrado hasta que se encuentra completamente
rodeado por él.
Así, para hacernos una vaga idea, si
uno se pusiese justo en el centro geográfico de este kilómetro
cuadrado la distancia más corta al límite sería de unas diez
piscinas olímpicas. Con tan solo recorrer cinco veces su perímetro
más un lado cubriríamos prácicamente la distancia de una media
maratón. Vamos, que es muy grande.
Desde que crucé la puerta de entrada
no he vuelto a salir del recinto. Decir puerta es meramente una
formalidad porque lo que delimita el lugar es un par de verdes
arbustos de unos tres metros de alto, separados entre sí como unos
seis metros, que trazan una línea imaginaria que hace las veces de
barrera, cancela, muro. Pero quizás es mucho más que eso. Quizás
la imaginaria barrera no es solo geográfica sino temporal. Dentro
del recinto disponemos de energía eléctrica, producida por placas
solares, y agua corriente, extraída del pozo existente en en subsuelo
por medio de unas bombas eléctricas, con estas dos cosas
prácticamente accedemos a todas las comodidades a las que estamos
tan habituados. Lavadora, grifos, duchas, microondas, neveras,
plancha, internet.. en fin. No muy distinto a un entorno rural
cualquiera de nuestra península. Es más, conozco sitios donde ni
siquiera existen estas comodidades dentro de nuestra piel de toro.
La barrera sin duda es temporal porque al otro lado de la cancela, del muro, no existen estas comodidades, por lo menos en un entorno cercano. Hay mucha chabola, payota, casa de adobe. Las menos de ladrillo o bloque. Sin organización urbanística, en un aquí te pillo aquí te mato. Los baños cuatro maderas en el exterior, como la cocina, que es el exterior. Bajotecho se ubican las habitaciones, el sitio donde descansar, donde guardar las pocas pertenencias. No existe la energía eléctica si no es embotellada (pilas, baterías) o autogenerada por combustible. Por supuesto el agua corriente es la que llega al suelo desde el cielo durante esas impresionantes tormentas y corre que se las pela entre las pequeñas colinas y cuestas que conforman el terreno. Bueno, si tienen mucha necesidad a lo mejor corren desde la fuente hasta casa con el cubo en la cabeza y eso sería todo lo que corre el agua "potable" disponible. La fuente está ubicada en el recinto y es una bomba manual a la que hay libre acceso.
Sin estas dos cosas... pues eso. No hay
lavadoras, ni televisores, ni microondas, ni planchas. Por supuesto
ni grifos o neveras (si no están abastecidas por un generador).
Las payotas, chozas, casas de adobe o
barro son muy dignas, dentro de lo que puede dar de sí la palabra
dignidad dentro de la situación. Están limpias y cuidadas y aunque
la pobreza es patente la miseria no está presente.
Pero esto les (nos) situa en algunas
décadas atrás, si no en algún siglo. Con lo que aquí el viaje en
el tiempo es posible. Tan solo hay que cruzar una línea imaginaria
trazada por unos verdes arbustos.
La intención era contar la vivencia de
la primera semana en esta entrada, sin embargo ya ha pasado más de
una semana, más bien dos, desde que llegué y como quiera que ya he
tenido oportunidad de salir voy a contarlo por partes, así que,
publico esta entrada, también para no tardar mucho entre publicación
y publicación, y sigo con la adaptación en la siguiente.