lunes, 2 de junio de 2014

Santo Domingo Savio en Mori.....



¡Todos abajo! Había que intentar sacar el pick up del atolladero y como quiera que, aunque las ruedas giraban, el vehículo no se movía era necesario empujarlo. Maniyel y Francisco, con buen criterio, colocaron debajo de las ruedas unas ramas de palmera que encontraron al borde del camino. Un par de veces intentamos mover el pick up. Mientras ellos empujaban yo intentaba guiarlo en segunda para sacarlo de allí, pero nada. Ya empezaba a considerar la opción de llamar a Fr. David y decirle que nos habíamos quedado atrapados cuando antes se me ocurrió probar con la marcha atrás. El pick up se movió un poco y volvió de nuevo a su posición, pero se había movido, eso era esperanzador. Observé la parte delantera de la carretera, justo por delante y un tanto a la izquierda de la rueda izquierda el terreno parecía algo más firme. - Si consigo llegar hasta allí con la rueda delantera es posible que podamos salir de aquí.- Pensé. Así que comencé a mover el pick up con la marcha atrás metida consiguiendo un vaivén, embragando lo justo hasta moverlo y dejarlo caer para volver a embragar en el momento justo y conseguir que el movimiento fuese más amplio. Después de cuatro o cinco vaivenes a la que caía hacia adelante metí segunda, moví el volante y busqué terreno más firme. El viejo camión se movió en el barro, encontró algo de apoyo y ayudándolo con el volante salió de la trampa.
La mezcla de sentimientos entre alegría y alivio fue general entre los que nos encontrábamos allí, mientras nuestras miradas se cruzaban, sin mediar palabra, nos felicitábamos agradeciendo que la situación se hubiese resuelto.
Sin perder más tiempo reanudamos la marcha hacia Mori con la lección aprendida, la tensión relajada y alguna que otra porción del camino sobre la ropa. No hubo más complicaciones hasta llegar al destino. En algunos momentos el pick up llegó a marchar un par de veces de costadillo pero resultó incluso divertido.
Mori es una pequeña población resguardada por enormes mangos sobre la ribera del Nilo justo después de su paso por Juba, la capital, y para acceder a ella hay que dejar “la carretera” principal adentrándose unos cien metros por un camino que se anega rápidamente, así que no me arriesgué y los pasajeros se bajaron a la entrada del mismo.  Sister Linda me transmitió su preocupación respecto a que podía volver a quedar atascado en mi viaje de regreso. Yo tambén había considerado esa posibilidad pero ese era un riesgo que tenía que correr sí o sí, me estaban esperando en Gumbo. El viaje de vuelta fue más rápido, la primera exploración había sido hecha a la ida así que ya sabía por dónde tenía que pasar. Incluso el puente me pareció más facil de atravesar.
Ya en Gumbo Fr. David no estaba listo, estaba esperando al Secretario del Obispo y había habido un cambio de planes. Ya no iba a llevar a Fr. David hasta Mori sino que iba a llevar a un montón de gente que no tenían transporte al tiempo que Fr. David llevaba al Secretario del Obispo en otro vehiculo. El ambiente era muy alegre, mientras esperábamos, para salir ambos coches a la vez, se hacían bromas y risas entre los que íbamos a viajar. Dejamos Gumbo cerca de quince personas. Tres en la cabina y el resto en la cama, acomodados como solo ellos/as sabían cómo. El número de viajeros que se sumaban a la excursión aumentaba conforme avanzábamos por el camino de Gumbo hacia la carretera general. Todos los que tenían intención de ir sabían que nos dirigíamos a Mori y no querían perder la oportunidad de un transporte. Una vez en la carretera general aún paramos otra vez más para recoger algún material que llegaron a encajar, no sé cómo, entre sus pies. El pick up pesaba lo suyo con aquel cargamento de almas, había que conducirlo con prudencia y tacto, pero no dejaba de ser divertido. Estas son cosas que puedes hacer aquí, que se toman como normales, nadie dice nada y además todo el mundo pasa un rato divertido.
El puente, por supuesto, seguía en las mismas condiciones y había que cruzarlo. No éramos el único transporte que pasaba sobre él y tampoco el más cargado, así que una vez obtenido el permiso del puesto militar volví a embocar el morro del pick up en la trayectoria por la que ya había pasado dos veces ese día. A medio embrage y punta de acelerador, tomando cada chapa retorcida con la suficiente velocidad para no quedarnos parados pero lo sufientemente despacio para que toda la estructura no se resintiese más de lo que ya lo hacía fuimos ganando metro a metro la salida. Pasamos - ¡Bien! -, aún tendríamos que volver a pasar por él pero “ese puente lo cruzaríamos cuando llegase, no antes”. Cogimos velocidad sobre la polvorienta y roja carretera continuando con el viaje. Todavía tuvimos que parar otra vez más para recoger a un puñado de seis u ocho niños y una “mama” que estaban esperándo que pasáramos como agua de Mayo. Yo ya no sabía si en realidad habría sitio material para acomodar esos cuerpecillos en la ya atestada cama pero al parecer sí lo había porque  al cabo de cinco minutos me avisaron que ya podíamos continuar. ¡Hala pues! ¡Adelante! Todavía estábamos en el tramo bueno de carretera y avanzamos sin dificultad ni contratiempo. La última parada antes del destino la realicé justo antes de entrar en la parte del camino más comprometida. No, no se subió nadie más, paré el pick up para avisar a “mis pasajeros” de que la carretera no estaba bien y que quizás, para no quedar atascados, tendríamos que coger algún tramo con algo de velocidad, con lo que esa parte del viaje podría resultar algo más “movidita”. Todos me sonrieron y me dieron las gracias y su “parabien”.
A priori una de las consecuencias de llevar tanto peso podría ser que el pick up se hundiese más dentro de las vadinas que nos esperaban en lo que nos quedaba de camino. Por otra parte al llevar más peso nuestra inercia era mayor así que si entrábamos en una vadina con velocidad suficiente y el pick up perdía traccion la inercia nos sacaría hasta donde volveríamos a tener tracción, esa era la ventaja de llevar considerablemente más peso. El trayecto resulto emocionante y muy divertido, en los puntos más criticos la cantidad de movimiento cumplió perfectamente su cometido ofreciéndonos deslizamientos laterales y pequeños saltos que, una vez superados, todos jaleaban y festejaban con risas y gritos de ánimo.
Llegamos a Mori, metí el pick up hasta adentro y todo el mundo se bajó envueltos en risas y alegría. Los preparativos ya estaban en marcha  cada uno se unió a los diferentes grupos que ya organizaban todo.

El desenlace enseguidica....

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