lunes, 16 de septiembre de 2013

Hasta luego Father Patrick... tan solo hasta luego.

Hoy es un día triste. Es un día triste aquí, en Gumbo, y se me antoja que también en el resto del mundo.
Hoy es un día triste porque una persona muy querida nos ha dejado, se ha marchado, y no nos hemos dado cuenta de lo querida que era hasta que ya no estaba con nosotros.
Hoy, sin dar las siete de la mañana, el hermano Chisomo se acercaba con un todo-terreno, algo nada habitual, al recinto de voluntarios con una buena dosis de nerviosismo y urgencia y nos comunicaba que había encontrado al Padre Patrick desmayado en el cuarto de baño.
La reacción ha sido inmediata, todo el mundo hemos dejado nuestras rutinarias tareas de las mañanas y nos hemos lanzado en semi-carrera hacia el recinto donde se ubica la Comunidad Salesiana. La noticia ya se había propagado por todo el Complejo e incluso más allá de sus límites. Éramos muchos los que nos acercábamos sin dilación en filas y grupos hacia la Casa donde se halla la habitación del Padre Patrick con cierta desazón interior. Cuando hemos llegado el número de personas presentes ya se contaba por decenas. El silencio era acongojante y las miradas se interrogaban unas a otras llenas de tristeza e incredulidad. Un grupo de personas dentro de la habitación procuraban determinar y, en voz baja, ordenar las acciones a realizar mientras el resto esperábamos afuera con una mezcla de sensaciones y emociones difíciles de manejar.
Sin saber si actuar o dejar hacer a los que ya estaban haciendo iban pasando los minutos hasta que el vehículo sin acondicionar que hace las veces de ambulancia, destinado al, todavía sin abrir, nuevo hospital situado a apenas cuatrocientos metros del lugar, entraba marcha atrás por el jardín. La puerta de la habitación se abrió y el Padre Patrick salía por ella hacia el todo-terreno sobre un colchón de espuma suspendido en el aire por seis personas. El sobrecogedor silencio se rompía tan solo con las precisas instrucciones que los accidentales encargados de acomodar gentilmente al Padre Patrick dentro del vehículo repartían a sus accidentales ayudantes. El coche ha partido hacia el hospital de Juba con la máxima velocidad que le permitían las circunstancias y las condiciones de la carretera. Y allí nos hemos quedado las cerca de cincuenta personas que nos hemos congregado esta mañana con la fútil esperanza de ver a Patrick de nuevo entre nosotros.

No habrían pasado veinte minutos cuando he recibido una llamada de una de las personas que han acompañado al Padre Patrick al hospital pidiéndome que recogiese su pasaporte y su expediente médico, que me hiciese con un vehículo y que acercase la documentación al hospital. También me ha sugerido que alguien que supiese el camino al hospital me acompañase porque yo, en esos momentos, no sabía llegar.
¿Por dónde empezar? Lo más sencillo hubiera sido, que es lo que siempre hacemos, preguntar a la persona que sabe dónde están las cosas, cómo acceder a ellas, pero en este caso la persona que tenía ese conocimiento no estaba allí. De repente me he encontrado abriendo cajones y armarios, encontrándome con la cotidiana intimidad que todos tenemos, que no tiene ningún misterio para nosotros y sin embargo es una perfecta desconocida para los demás.
Sintiendo el máximo de los respetos y procurando dejar todo tal y como lo he encontrado en el proceso de no encontrar lo que estaba buscando me he visto abriendo maletas, mirando entre la ropa perfectamente doblada, buscando entre la ingente cantidad de medicinas, descubriendo fotografías y papeles personales mientras iba conociendo un poco más al Padre Patrick. Por fin he encontrado los documentos, he salido de la habitación y me he dirigido hacia el Pick Up, un todo-terreno viejillo, con mucho trotre que utilizamos cuando tenemos que movernos más de seis personas a la vez. Un cacharro que además de las tres plazas de la cabina tiene instalados en la parte trasera , cubierta por una chapa sujeta con barras a la carrocería, dos bancos corridos donde se han llegado a “acomodar” hasta más de veinte cuerpos.
Mientras hacía la maniobra para sacar el “cacharrico” del recinto de la Comunidad y teniendo en mente pasar por la Parroquia me preguntaba a quién, que supiese el camino al hospital, podía pedir que me acompañase. No he tenido que preguntar a nadie porque al finalizar la maniobra y meter la primera alguien se me ha acercado a la ventanilla, me ha preguntado si iba al hospital y me ha pedido permiso para venir conmigo. Las cosas no ocurren por que sí.
Conforme nos acercábamos a la carretera principal, entre la conversación, esta persona me comenta que paremos a lo largo del camino y vayamos recogiendo a los estudiantes que van a los diferentes colegios de Juba ya que el autobús escolar ha sufrido una avería y no está disponible estos días. Yo, con mis maneras y mi forma de pensar occidental, tenía en la cabeza que debía llevar los papeles al hospital y que era eso lo que había que hacer sin perder el tiempo en otras cosas, pero algo dentro me ha dicho... - No estás en Europa chaval, esto es África y aquí las cosas se hacen de otra forma, aquí hay que ayudar en lo que se pueda en cuanto se pueda a quien sea, porque algún día tú también necesitarás ayuda de quien sea en algún momento.- Así que me he visto parando a lo largo de la carretera, recogiendo estudiantes y llevándolos al colegio. Con el agradecimiento de los propios estudiantes y de las personas que los acompañaban a lo largo de la carretera. Los papeles del Padre Patrick podían esperar unos minutos más. ¡Qué lección!

En el hospital, para cuando hemos llegado, acababan de certificar su defunción así que lo que hemos hecho ha sido trasladar el cadáver desde la habitación de reconocimiento hasta la morgue.
Sobre el mismo colchón en el que ha sido trasladado al hospital hemos llevado el cuerpo hasta el todo-terreno y con toda delicadeza y respeto lo hemos colocado dentro. Después, una vez en el depósito de cadáveres, con el mismo respeto y delicadeza lo hemos sacado sin colchón y colocado en una camilla de acero inoxidable. El hedor a carne humana en descomposición que inundaba el lugar era casi insoportable y eso que estábamos al aire libre. El tanatorio es un edificio de una planta con dos puertas y tres estancias, a juzgar por el número de ventanas, pero ni siquiera hemos llegado a entrar.
Nos hemos quedado en el aparcamiento, el cual lindaba con una campa repleta de deshechos de todo tipo, paraíso gastronómico de buitres y marabús que son los amos del lugar.
Entre el aparcamiento y la campa, se aposentaba un contenedor frigorífico blanco con unas enormes letras, “UN” (United Nations) pintadas sobre él, que han abierto para meter el cuerpo del Padre Patrick mientras duren los trámites necesarios hasta su inhumación.
A la hora de introducir al Padre Patrick dentro del contenedor se han dado cuenta de que la camilla no cabía. La cerca de veintena de cadáveres que yacían en perfecto desorden dentro del contenedor no dejaban un espacio suficientemente amplio como para que la camilla cupiese, así que han tenido que re-colocar varios cadáveres para dejar el hueco apropiado y así cerrar el contenedor con todos los cadáveres dentro, no sin antes dedicar unas oraciones al alma del Padre Patrick dirigidas por el Obispo de Juba.

Unas palabras sobre Patrick, sobre el Padre Patrick.
¡Qué deciros sobre el Padre Patrick!¡Qué no deciros sobre él!
Patrick era una de esas personas que pasan por el mundo haciendo el bien sin decir nada, sin hacerse propaganda, no por nada, sino porque lo entendía así. Entrañable, siempre con una palabra amable, una sonrisa en la boca. Su primera palabra siempre era “welcome”, su última “sucram” o “thank you”, que es lo mismo solo que en dos idiomas distintos. Nada era suyo, si necesitabas disponer de algo que estuviera en su mano automáticamente ya podías contar con ello. Durante las cenas o las comidas siembre tenía una agradable charla llena de risas, aunque a veces era difícil seguirle. Entre mi oído que no está todavía del todo hecho al acento indio y su inglés que se mezclaba con el árabe cada dos palabras, dado el tiempo que pasó en Jartúm, a veces, como digo, era difícil de seguir. Siempre disponible, siempre mirando por los demás. Las veces y veces que nos advertía “¡Comed, no os descuidéis con eso porque si no la malaria os cogerá!”, Cualquier momento era bueno para tomar una taza de te y charlar un rato. Aquí, en Gumbo, ejercía los cargos de Director de las escuelas Secundaria y de Formación Profesional, además de echar una mano al párroco en los asuntos parroquiales. Tenía sesenta años y una rodilla que no podía doblar.
Hace unos años, unos cuantos, jugando con los chavales en Wau sufrió una lesión en su pierna izquierda, no le hizo mucho caso y al tiempo, cuando ya molestaba en exceso, fue al médico. El diagnóstico no era bueno y le comentaron que tenían que ponerle una prótesis ya que la lesión era irreversible. También le advirtieron que había un cincuenta por ciento de posibilidades de que la operación fuese un éxito, pero que si no se operaba la rodilla se le quedaría agarrotada y no podría doblarla. Él se lo pensó dos veces y prefirió tener una pierna agarrotada a no tenerla y no se operó. Los dolores y las molestias que le ocasionaban la pierna eran terribles, sin embargo nunca le hemos visto ni oído quejarse. Siempre procurábamos echarle una mano cuando tenía que desplazarse pero muchas veces él no decía ni pío, tan solo comenzaba a caminar con su “pata tiesa” y procuraba no importunar a nadie.
Hubo días que me llegó a comentar que la pierna se las hacía pasar “canutas” si no le daba el descanso necesario. Además y por si fuera poco había tenido dos ataques al corazón y era diabético hace muchos años. Sin embargo estaba más preocupado por la asistencia de los chavales a clase, por su desarrollo personal y sus problemas que por su propia salud, su vida no era suya, era de todos los demás.
En el mes y medio que llevaba con nosotros se hizo querer por toda la población de Gumbo.
Hoy todos sentíamos profundamente su ausencia, la tristeza casi no nos dejaba respirar, por la mañana continuos llantos se oían por el Complejo provenientes de personas del pueblo que habían tenido trato cercano con él.
Hoy se ha marchado una gran persona.
Hoy es un día triste. Es un día triste aquí, en Gumbo, y se me antoja que también en el resto del mundo

2 comentarios:

  1. Pablo Santillán Mora20 de septiembre de 2013, 12:55

    Estimado Javier:

    Recibe un fuerte abrazo de amigo en estos momentos tan dolorosos para todos vosotros. La verdad es que me consuelo pensando que aún en este mundo tan complicado y corrupto, aún hay gente buena que se preocupa por los demás más que de sí misma. Para todos es una lección la vida de Patrick y es por este tipo de personas, en extinción, que el mundo sigue dando vueltas y no se para definitivamente. Escuchas las noticias a nivel Local, Nacional y Mundial y no ves más que guerras muerte y corrupción por todo lado, poco a poco nos estamos cargando la humanidad. Menos mal que aún quedan algunos Patrick por el mundo. Nuevamente recibe un fuerte abrazo.

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  2. JAVIER ,HEMOS VISTO VUESTRA LABOR EN EL DIARIO DE NAVARRA Y LEIDO TU BLOG.SOY INES TU VECINA DEL 14,D, MUCHO ANIMO Y UN ABRAZO.HASTA LA VISTA

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