Hoy es un día triste. Es un día
triste aquí, en Gumbo, y se me antoja que también en el resto del
mundo.
Hoy es un día triste porque una
persona muy querida nos ha dejado, se ha marchado, y no nos hemos
dado cuenta de lo querida que era hasta que ya no estaba con
nosotros.
Hoy, sin dar las siete de la mañana,
el hermano Chisomo se acercaba con un todo-terreno, algo nada
habitual, al recinto de voluntarios con una buena dosis de
nerviosismo y urgencia y nos comunicaba que había encontrado al
Padre Patrick desmayado en el cuarto de baño.
La reacción ha sido inmediata, todo el
mundo hemos dejado nuestras rutinarias tareas de las mañanas y nos
hemos lanzado en semi-carrera hacia el recinto donde se ubica la
Comunidad Salesiana. La noticia ya se había propagado por todo el
Complejo e incluso más allá de sus límites. Éramos muchos los que
nos acercábamos sin dilación en filas y grupos hacia la Casa donde
se halla la habitación del Padre Patrick con cierta desazón
interior. Cuando hemos llegado el número de personas presentes ya se
contaba por decenas. El silencio era acongojante y las miradas se
interrogaban unas a otras llenas de tristeza e incredulidad. Un grupo
de personas dentro de la habitación procuraban determinar y, en voz
baja, ordenar las acciones a realizar mientras el resto esperábamos
afuera con una mezcla de sensaciones y emociones difíciles de
manejar.
Sin saber si actuar o dejar hacer a los
que ya estaban haciendo iban pasando los minutos hasta que el
vehículo sin acondicionar que hace las veces de ambulancia,
destinado al, todavía sin abrir, nuevo hospital situado a apenas
cuatrocientos metros del lugar, entraba marcha atrás por el jardín.
La puerta de la habitación se abrió y el Padre Patrick salía por
ella hacia el todo-terreno sobre un colchón de espuma suspendido en
el aire por seis personas. El sobrecogedor silencio se rompía tan
solo con las precisas instrucciones que los accidentales encargados
de acomodar gentilmente al Padre Patrick dentro del vehículo
repartían a sus accidentales ayudantes. El coche ha partido hacia el
hospital de Juba con la máxima velocidad que le permitían las
circunstancias y las condiciones de la carretera. Y allí nos hemos
quedado las cerca de cincuenta personas que nos hemos congregado esta
mañana con la fútil esperanza de ver a Patrick de nuevo entre
nosotros.
No habrían pasado veinte minutos
cuando he recibido una llamada de una de las personas que han
acompañado al Padre Patrick al hospital pidiéndome que recogiese su
pasaporte y su expediente médico, que me hiciese con un vehículo y
que acercase la documentación al hospital. También me ha sugerido
que alguien que supiese el camino al hospital me acompañase porque
yo, en esos momentos, no sabía llegar.
¿Por dónde empezar? Lo más sencillo
hubiera sido, que es lo que siempre hacemos, preguntar a la persona
que sabe dónde están las cosas, cómo acceder a ellas, pero en este
caso la persona que tenía ese conocimiento no estaba allí. De
repente me he encontrado abriendo cajones y armarios, encontrándome
con la cotidiana intimidad que todos tenemos, que no tiene ningún
misterio para nosotros y sin embargo es una perfecta desconocida para
los demás.
Sintiendo el máximo de los respetos y
procurando dejar todo tal y como lo he encontrado en el proceso de no
encontrar lo que estaba buscando me he visto abriendo maletas,
mirando entre la ropa perfectamente doblada, buscando entre la
ingente cantidad de medicinas, descubriendo fotografías y papeles
personales mientras iba conociendo un poco más al Padre Patrick. Por
fin he encontrado los documentos, he salido de la habitación y me he
dirigido hacia el Pick Up, un todo-terreno viejillo, con mucho trotre
que utilizamos cuando tenemos que movernos más de seis personas a la
vez. Un cacharro que además de las tres plazas de la cabina tiene
instalados en la parte trasera , cubierta por una chapa sujeta con
barras a la carrocería, dos bancos corridos donde se han llegado a
“acomodar” hasta más de veinte cuerpos.
Mientras hacía la maniobra para sacar
el “cacharrico” del recinto de la Comunidad y teniendo en mente
pasar por la Parroquia me preguntaba a quién, que supiese el camino
al hospital, podía pedir que me acompañase. No he tenido que
preguntar a nadie porque al finalizar la maniobra y meter la primera
alguien se me ha acercado a la ventanilla, me ha preguntado si iba al
hospital y me ha pedido permiso para venir conmigo. Las cosas no
ocurren por que sí.
Conforme nos acercábamos a la
carretera principal, entre la conversación, esta persona me comenta
que paremos a lo largo del camino y vayamos recogiendo a los
estudiantes que van a los diferentes colegios de Juba ya que el
autobús escolar ha sufrido una avería y no está disponible estos
días. Yo, con mis maneras y mi forma de pensar occidental, tenía en
la cabeza que debía llevar los papeles al hospital y que era eso lo
que había que hacer sin perder el tiempo en otras cosas, pero algo
dentro me ha dicho... - No estás en Europa chaval, esto es África y
aquí las cosas se hacen de otra forma, aquí hay que ayudar en lo
que se pueda en cuanto se pueda a quien sea, porque algún día tú
también necesitarás ayuda de quien sea en algún momento.- Así que
me he visto parando a lo largo de la carretera, recogiendo
estudiantes y llevándolos al colegio. Con el agradecimiento de los
propios estudiantes y de las personas que los acompañaban a lo largo
de la carretera. Los papeles del Padre Patrick podían esperar unos
minutos más. ¡Qué lección!
En el hospital, para cuando hemos
llegado, acababan de certificar su defunción así que lo que hemos
hecho ha sido trasladar el cadáver desde la habitación de
reconocimiento hasta la morgue.
Sobre el mismo colchón en el que ha
sido trasladado al hospital hemos llevado el cuerpo hasta el
todo-terreno y con toda delicadeza y respeto lo hemos colocado
dentro. Después, una vez en el depósito de cadáveres, con el mismo respeto y
delicadeza lo hemos sacado sin colchón y colocado en una camilla de
acero inoxidable. El hedor a carne humana en descomposición que
inundaba el lugar era casi insoportable y eso que estábamos al aire
libre. El tanatorio es un edificio de una planta con dos puertas y
tres estancias, a juzgar por el número de ventanas, pero ni siquiera
hemos llegado a entrar.
Nos hemos quedado en el aparcamiento,
el cual lindaba con una campa repleta de deshechos de todo tipo,
paraíso gastronómico de buitres y marabús que son los amos del
lugar.
Entre el aparcamiento y la campa, se
aposentaba un contenedor frigorífico blanco con unas enormes letras,
“UN” (United Nations) pintadas sobre él, que han abierto para
meter el cuerpo del Padre Patrick mientras duren los trámites
necesarios hasta su inhumación.
A la hora de introducir al Padre
Patrick dentro del contenedor se han dado cuenta de que la camilla no
cabía. La cerca de veintena de cadáveres que yacían en perfecto
desorden dentro del contenedor no dejaban un espacio suficientemente
amplio como para que la camilla cupiese, así que han tenido que
re-colocar varios cadáveres para dejar el hueco apropiado y así
cerrar el contenedor con todos los cadáveres dentro, no sin antes
dedicar unas oraciones al alma del Padre Patrick dirigidas por el
Obispo de Juba.
Unas palabras sobre Patrick, sobre el
Padre Patrick.
¡Qué deciros sobre el Padre
Patrick!¡Qué no deciros sobre él!
Patrick era una de esas personas que
pasan por el mundo haciendo el bien sin decir nada, sin hacerse
propaganda, no por nada, sino porque lo entendía así. Entrañable,
siempre con una palabra amable, una sonrisa en la boca. Su primera
palabra siempre era “welcome”, su última “sucram” o “thank
you”, que es lo mismo solo que en dos idiomas distintos. Nada era
suyo, si necesitabas disponer de algo que estuviera en su mano
automáticamente ya podías contar con ello. Durante las cenas o las
comidas siembre tenía una agradable charla llena de risas, aunque a
veces era difícil seguirle. Entre mi oído que no está todavía del
todo hecho al acento indio y su inglés que se mezclaba con el árabe
cada dos palabras, dado el tiempo que pasó en Jartúm, a veces, como
digo, era difícil de seguir. Siempre disponible, siempre mirando por
los demás. Las veces y veces que nos advertía “¡Comed, no os
descuidéis con eso porque si no la malaria os cogerá!”, Cualquier
momento era bueno para tomar una taza de te y charlar un rato. Aquí,
en Gumbo, ejercía los cargos de Director de las escuelas Secundaria
y de Formación Profesional, además de echar una mano al párroco en
los asuntos parroquiales. Tenía sesenta años y una rodilla que no
podía doblar.
Hace unos años, unos cuantos, jugando
con los chavales en Wau sufrió una lesión en su pierna izquierda,
no le hizo mucho caso y al tiempo, cuando ya molestaba en exceso, fue
al médico. El diagnóstico no era bueno y le comentaron que tenían
que ponerle una prótesis ya que la lesión era irreversible. También
le advirtieron que había un cincuenta por ciento de posibilidades de
que la operación fuese un éxito, pero que si no se operaba la
rodilla se le quedaría agarrotada y no podría doblarla. Él se lo
pensó dos veces y prefirió tener una pierna agarrotada a no tenerla
y no se operó. Los dolores y las molestias que le ocasionaban la
pierna eran terribles, sin embargo nunca le hemos visto ni oído
quejarse. Siempre procurábamos echarle una mano cuando tenía que
desplazarse pero muchas veces él no decía ni pío, tan solo
comenzaba a caminar con su “pata tiesa” y procuraba no importunar
a nadie.
Hubo días que me llegó a comentar que
la pierna se las hacía pasar “canutas” si no le daba el descanso
necesario. Además y por si fuera poco había tenido dos ataques al
corazón y era diabético hace muchos años. Sin embargo estaba más
preocupado por la asistencia de los chavales a clase, por su
desarrollo personal y sus problemas que por su propia salud, su vida
no era suya, era de todos los demás.
En el mes y medio que llevaba con
nosotros se hizo querer por toda la población de Gumbo.
Hoy todos sentíamos profundamente su
ausencia, la tristeza casi no nos dejaba respirar, por la mañana
continuos llantos se oían por el Complejo provenientes de personas
del pueblo que habían tenido trato cercano con él.
Hoy se ha marchado una gran persona.
Hoy es un día triste. Es un día
triste aquí, en Gumbo, y se me antoja que también en el resto del
mundo
Estimado Javier:
ResponderEliminarRecibe un fuerte abrazo de amigo en estos momentos tan dolorosos para todos vosotros. La verdad es que me consuelo pensando que aún en este mundo tan complicado y corrupto, aún hay gente buena que se preocupa por los demás más que de sí misma. Para todos es una lección la vida de Patrick y es por este tipo de personas, en extinción, que el mundo sigue dando vueltas y no se para definitivamente. Escuchas las noticias a nivel Local, Nacional y Mundial y no ves más que guerras muerte y corrupción por todo lado, poco a poco nos estamos cargando la humanidad. Menos mal que aún quedan algunos Patrick por el mundo. Nuevamente recibe un fuerte abrazo.
JAVIER ,HEMOS VISTO VUESTRA LABOR EN EL DIARIO DE NAVARRA Y LEIDO TU BLOG.SOY INES TU VECINA DEL 14,D, MUCHO ANIMO Y UN ABRAZO.HASTA LA VISTA
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